viernes, 26 de junio de 2009

Jacques Rabemananjara: ¡Azul, tan azul! (*)

Canto XXII

A mi amigo M. de la Roche, al artista y al poeta

*

¡Azul, tan azul ese ojo del firmamento tras el cristal de mi ventana!
La vida en flor entre mis pestañas.
El azul entero entre mis párpados.
¡Azul, tan azul ese ojo del firmamento tras el cristal de mi ventana!
.

¡Sombrías, tan sombrías estas cuatro paredes!
La muerte empapa tierra y piedra.
de una sudoración de otro planeta...
¡Puros, tan puros esos gritos de niño en su alma rodeada!
.

¡Pero, quién oirá, tierna Inocencia,
tu canto demasiado puro,
tu voz asaz clarividente
en el clamor de la noche!
.

¡La fuerza ciega del abismo
extrayendo con su látigo
el agrio son del moribundo!
La piel suavizada del dolor
sangra al duro beso de la cuerda.
.

Las estrellas agonizan sin un suspiro.
¡Qué mano levantada al horizonte
tenderá a los labios de los héroes
la enrojecida ofrenda de la Aurora!
.
De la sangre, no he derramado nada.
De la muerte, no he sembrado nada.
Mis dedos son claros como primavera.
Mi corazón es tierno como una hostia.
.

¿Quién oirá, casto Guerrero.
tu voz excesivamente pura,
tu canción demasiado dulce
en el chirrido de las tinieblas?
.

¡Azul, azulado ese ojo del cielo tras las rejas!
¡Fresco, fresco grito del infante en el prado!
La vida en agrz entre mis pestañas.
El azur completo en mis párpados.
La inocencia en los pliegues del alma...

*

12 de junio de 1947. Prisión civil. Tananarive.

*

(Versión libre de Iswe Letu)
__________
(*) El título es nuestro

lunes, 1 de junio de 2009

José Mª Amigo Zamorano: Biografía inacabada de Pedro de la Cerda y López-Mollinedo

Pedro de La Cerda

Viajero que te acercas a Las Navas del Marqués desde El Escorial por carretera, si en su misma entrada, en la rotonda, tuerces a izquierda (y si lo haces desde Ávila a la derecha) por un camino que conduce a un lugar del término municipal llamado El Valladal podrás contemplar los más hermosos paisajes.

Puede que te sorprenda, metido en el camino, el rótulo de una villa, 'La Cerda', apartada del camino a la derecha. Y es que su nombre llega al cerebro, claro, por si solo, sin mas, acompañado de gruñidos, hozando y revolcándose en la basura. Como una cerda. Aunque también, por qué no, aureolado de morcillas, chorizos, longanizas, jamones...

Vamos, que choca su nombre.

Como choca, recién llegados a Ávila, si te hablan así, de golpe, sin más, de la Virgen de las Vacas. Se lo toma a rechifla. O se cree que es algún choteo irreverente hacia símbolos de la religión católica, apostólica y romana. Unir virgen, todo pureza, con ese animal que enseña y arrastra sus tetas con impúdico descaro... Asociar a ese mamífero con la inmarcesible blancura de las vírgenes... Y no, no es eso. Que exageración por nuestra parte. Ni en un caso ni en el otro. Es una imagen venerada en un barrio de Ávila, en este caso. En el otro, 'La Cerda', es el apellido de un general que vivió por estos lares. Un militar cuya vida muestra algunos interrogantes y hasta misterios. Misterios que de desvelarse quizás desencantarían.

O no. Vaya usted a saber.

Don Pedro de La Cerda y López Mollinedo -¡cazi na de corto!- nació un 19 de julio de 1871 en el pueblo de San Miguel, un arrabal de Manila capital de Filipinas. Siendo bautizado, nada más y nada menos, por el arzobispo de la misma capital. Su padre, Manuel de La Cerda y Gómez Pedroso, nacido en La Rochele (Francia) era militar de profesión con grado de coronel en el arma de infantería y capitán en la cabellería; su madre, sin embargo, Blanca López y Montón, era madrileña, española por tanto. Y del mismo centro patrio.

El árbol genealógico de D. Pedro está suficientemente documentado, detallado y pormenorizado hasta el extremo de saber la nacencia de sus abuelos tanto paternos como maternos. Pablo Herce, que ha investigado un poco a este general, dice: 'Los abuelos paternos son D. Manuel de la Cerda y Palafox y la Excma. Sra. Dª Candelaria Pedroso y Fidalgo, ésta natural de Madrid. Los maternos son el Excmo. Don Gregorio López-Mollinedo, de Madrid, y la Excma. Dª Petra Montón y Lagarriga, de Valencia.'
El hecho de seguir la carrera militar de su padre es algo muy normal, máxime cuando se es muy joven y los que deciden son los padres. Pero inluso muchos lo han hecho aun siendo mayores. Lo raro hubiera sido apartarse de esa saga familiar. A los 16 años ingresa en la Academia General Militar, saliendo, al cabo de 3 años, con el grado de alferez, a los 19 años cumplidos; y, con ganas de emular a los guerreros de la historia en sus hazañas bélicas, se apunta de inmediato en la Academia de Artillería y luego en la de Caballería. Asciende a teniente. Ya tiene cierto de grado de mando. A por más. De Filipinas a Cuba donde le suben un grado. Capitán. ¡Y por méritos de guerra! ¡En 1895! ¡El mismo año en que mataron los españoles a José Martí en Dos Ríos! Allí enferma. De Cuba no se olvidó nunca, jamás. En un libro que escribiera más tarde, ya cuarentón, junto con su esposa, hace un elogio de José Martí (*), el poeta cubano lider de la independencia, contra el que luchará, quizás sin saberlo, con las armas en la mano.

No se sabe si a causa de la enfermedad o porque lo solicitara, lo cierto es que las notas que hemos leído lo sitúan en España desde 1897 hasta 1902 y además desempeñando el cargo de Ayudante de Campo de su padre, para a continuación serlo, en ininterrumpida ascensión, del Teniente General Arsenio Linares Pombo a quien dedica una obrita 'Las armas de fuego a principios del siglo XX' en agradecimiento por los conocimientos que le ha sabido transmitir. El libro tiene cuatro apartados: 1º. Armas portátiles; 2º. Artillería de campaña; 3º. Vulnerabilidad; y 4º. Fuego en combate, métodos y conclusión en la que se refiera a su estancia en Cuba. El libro una especie de frontispicio introductorio copiando un informe del Ministerio de Guerra en el que se anuncia la concesión de la Medalla al Mérito Militar de primera clase, con distintivo blanco y pensionada, por su obra. Por si alguno tuviera interés en ella decir que fue impreso en Madrid en 1904 en los 'Talleres del Depósito de Guerra' y alude al autor 'como Capitán de Artillería y Agregado Militar a la Embajada de España en Rusia', en palabras de Pablo Herce.

Con anterioridad, en 1903, escribió dos obritas: a) 'La caballería en la batalla', consta de tres capítulos: 1. Principios fundamentales de combate; 2. Empleo de la caballería en la batall; y 3. Métodos de combator; folleto ilustrado de 15 páginas, compuesto en la imprenta 'El Trabajo', calle Guzman el Bueno, 10, de Madrid; b) 'Organización general de la defensa', separata de la Revista Técnica de Infantería y Caballería que consta de dos partes nada más: a) Sistemas de ocupación de las diversas posiciones; y b) Principios generales sobre la ocupación de posiciones; su impresión, como en el anterios en el taller tipográfico 'El Trabajo', calle Guzmán el Bueno, número 10 de Madrid.

Pablo Herce en sus apuntes sobre la biografia de D. Pedro de La Cerda realizados en Madrid en octubre de 2003 y que nos ha facilitado don Paco Correal añade que: 'en 1902 se traslada a París como agregado al 23 Regimiento de Dragones participando en unas maniobras; que en 1903 es Ayudante de Campo del Ministro de la Guerra; que el el mismo año se le nombra Agregado Militar a la Embajada de España en San Petersburgo donde estará hasta 1907; que durante su estancia en Rusia se le autoriza incorporarse al ejército zarista en la Primera División de Tiradores de Siberia Oriental como oficial extranjero a las órdenes del mariscal Sajarov y su Cuerpo de Caballería, participando activamente en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, en el Frente de Manchuria donde fue herido y condecorado.
Ya de vuelta a España se le destina a la Comisión de Límites en Portugal, donde permanece hasta 1912 año en el que pide permiso para casarse. ¡Es ya Teniente Coronel de caballería! ¡Ahí es na!

Efectivamente, en 1912 se encuentra en Madrid con caracter estable, dentro de la estabilidad que supone estar en un ejército donde hoy estás aquí y mañana... Dios dirá. Solicita permiso para casarse con Eugenia Lefevre Tourte, ciudadana francesa que vivía en Chantilly-G, departamento de Oise. Lo hace a Su Majestal el Rey (que así hacían los nobles y los altos oficiales del ejército) este teniente coronel llamado Pedro de La Cerda. Y su jefe superior, un general, a la vera de la instancia, apoya su pedido. Era el 1 de diciembre de 1912.

Se ignora si le fue concedido tal permiso. Como también se ignora si se casó de verdad. Ni cuando. Y por el el Acta de Registro de Nacimiento, firmada y rubricada por el alcalde de la localidad de Nouard-le-France, que es copia del texto original, parece casi imposible que pudiera casarse este general La Cerda, pues la tal Eugenia Lefevre tendría 10 años. Esto se desprende, sin ninguna duda de la copia citada hecha en el Consulado español de París el 30 de octubre de 1912 y legalizada por el Ministerio de Estado, organismo que hoy llamaríamos de Asuntos Exteriores, el 5 de diciembre.

Y salvo error de fecha contiene datos que hacen presumir que es verídico todo el documento. Así detalla que el alcalde del lugar certifica la inscripción en el registro de nacimientos de una niña recién nacida, venida al mundo el 19 de agosto de 1902 a las dos y media de la mañana en la rue des Petits-Bois, a la que le pusieron por nombre Noemie Palmire Eugenie. Eran sus progenitores Emil Zacharie Velère Lefèvre, de 21 años de edad y para más señas trabajador del Ferrocarril del Norte y Marie Eugenie Isoline Tourte, tres años mayor que el marido. Su residencia, ya nombrada, estaba en Nouard-le-France término municipal de la localidad de Saint- Just-en-Chaussée. También detalla el documento diciendo que fue testido de este hecho Juan Francisco Victor Tourte, un carpintero que, por el apellido, parece el padre de la alumbradora.

Bien, efectivamente no se ha encontrado escrito alguno que certifique el casamiento de Pedro de La Cerda y Eugenia Lefevre, pero si se ha hallado en el Registro de la Propiedad de Cebreros (Ávila) a su nombre, como compradora, la finca número 1449 conocida, entonces, como 'Los Golos' de la villa de Las Navas del Marqués, donde vivió la pareja, cosa que se sabe porque en un libro que ambos escribieran allá por finales de la decada de los años veinte del siglo XX lo dicen así: "Todo llega en la vida: el 27 de julio de 1928, solitos y sin que nadie se apercibiese, partimos de nuestra casita 'Los Golos', situada en la Sierra de Malagón, a 1.400 metros de altitud, centrada en inmenso y delicioso pinar. Por la tarde, en la capital, recogemos nuestros bagajes, y el 28, temprano, en el rápido, camino de París".

Prosigamos la andadura de nuestro general. Es de suponer que todo este bagaje teórico y práctico desde que naciera en Manila pese en las autoridades político-militares y lo cierto es que lo nombran miembro de la Comisión de reforma de leyes militares, actuando al tiempo como vocal de la Comisión de Táctica y dirigiendo en Navalcarnero, pueblo de la provincia de Madrid, cursos de aplicación para los grados de capitán y teniente de artillería; pero también de Información para Jefes Militares.

Al decir de Pablo Herce: 'El expediente militar de D. Pedro de la Cerda termina bruscamente. Se suspende la relación de ascensos, cargos y servicios en 1920 (cuando el interesado contana 49 años) y falta el final lógoco de todo expediente: el pase a la reserva, la licencia indefinida, el fallecimiento'.
En 1927 emprende, con su esposa Eugenia Lefevre un viaje alrededor del mundo; viaje que recojen ambos en un libro titulado 'Viaje universal en busca de la verdad' que hemos leído. Y que nos sorprendió, para qué vamos a negarlo. No por su manera modélica de describir lo que veían, no; porque, tampoco vamos a negarlo, no es precisamente una joya de literatura de viajes, no; sino por su pensamiento, creemos, muy distante de lo que pensaban los altos mandos militares. De su lectura se pueden destacar algunas facetas de este general: que no se debía llevar muy bien con el ambiente político de su patria; es decir: con la dictadura de Miguel Primo de Rivera; igualmente su actitud crítica con el capitalismo en general y con el de Estados Unidos en particular al que apoda 'Yanquilandia'; su abominación de las guerras, como la de la Primera Guerra Mundial; acusa al capitalismo de esas matanzas; y al imperialismo; en su viaje constata la acción depredadora de los ingleses en paises como India, China, Indonesia... Y los efectos nocivos del dolar en América Latina.

Postura antiimperialista que, parece ser, acentúa en el libro 'El sol de los Soviets. La Tercera internacional social de Moscú frente a la internacional armada del capitalismo'. Libro de 287 páginas, editado por Impresora Castellana. Valladolid, 1931. Dedicado a D. Niceto Alcalá Zamora. Dedicación que firman Pedro de la Cerda y Eugenia Lefevre. El libro también aparece hecho por los dos. Tiene 28 capítulos. Donde describen las estructuras del régimen soviético y su funcionamiento. Lenin y Stalin no salen malparados, al tiempo que atacan, como en el anterior, al capitalismo.

El hecho de ser publicado en Valladolid nos hace suponer, (por lo que le leemos a D. Manuel Azaña en la obra 'Diarios 1932-1933. Los cuadernos robados') que el general La Cerda se hallaba en Valladolid de general de la República con mando en plaza:

'Cruz y Caminero comunican conmigo y ambos se quejan de la inacción de La Cerda. Llamo al teléfono al general La Cerda. Le informo de lo que se cuenta y le concedo 20 minutos de plazo para que vaya al cuartel de caballería y arreste a todos los que se encuentren en él no debiendo estar por razones del servicio. Prometo hacerlo así inmediatamente. Desde Gobernación me hablan de autos cargados de ofciales que entran en Valladolid; de una camioneta proc4edente de Burgos. El general La Cerda me llama desde el cuartel antes de que transcurran 20 minutos. En el cuartel no había más que los de servicio, y ninguna novedad. 24 de agosto de 1932 (página 43)25 de agosto de 1932 (página 49): ' He recibido al general Cruz que manda la brigada de artillería de Valladolid. Me informa de lo ocurrido la otra noche cuando la última alarma. Y de la desatinada conducta del general de división La Cerda. El telegrama que este me envió en la mañana del 10 ya me puso contra él; pero los detalles de la reunión de generales, jefes y oficiales de la guarnición convocada por él en aquellos momentos son escandalosas. Le destituí por telégrafo. Ahora que ya está destituido es cuando se deciden a contarme que con ocasión de la fiesta de aniversario de la República, La Cerda dijo que este era un gobierno de zascandiles. La Cerda es un incapaz semiloco. Un desastrado hasta en el vestir. Tiene una finca en Las navas. El general practica el naturismo y se pasea desnudo por el pinar. A cierta distancia va un asistente advirtiendo a los veraneantes:
-Apartense, que viene el general en cueros'.

Aparte del cotilleo sobre la vida privada de D. Pedro de La Cerda las palabras de D. Manuel Azaña indican el malestar del ejército que en rumores más o menos fidedignos hasta él llegaban; de reuniones en algunos establecimientos castrenses donde se criticaba a la II República; también nos muestran a un general como conspirador. Pero, ¿en qué dirección conspiraba? Hay que decir que en aquel momento se juzgaba a Sanjurjo por su intento de golpe de estado y unos abogaban porque se le fusilara y otros que se le perdonara la vida; en eso andaban los ánimos encrespados; hasta en el Consejo de Ministros se mostró la división, saliendo al final mayoría que fuera perdonado. Por el libro que hemos leído, 'Viaje universal en busca de la verdad', no parece verosímil que el general se encaminara a posturas fascistas. Las ideas que se desprenden son más bien de tolerancia, respeto, fraternidad de hombres y culturas, convivencia respetuosa con ideas de todo tipo... no se metería, por tanto, en caminos muy derechosos; mas bien se escoraría hacia la izquierda política; en todo caso, dentro de su cristianismo, nos inclinamos a pensar que era masón; eso si, sin tener más que sospechas, o vislumbres, o indicios... conjeturas todas sin base muy firme.

Pero dejemos las sospechosas neblinas y vayamos a los hechos comprobados de su biografía: en 1934 se halla dirigiendo la represión contra los mineros asturianos en la llamada Revolución de Asturias; así escribe Luis Carlos Sen Rodríguez en el Nº 63 (30 de junio de 1986) de "Tierras de León", revista editada por la Diputación de León: 'Desde los primeros momentos de la revolución el mando de las tropas acantonadas en la provincia fue ostentado por el general de la Octava División, Pedro de la Cerda, mientras que al frente de las fuerzas que efectuaron la represión en el valle de Sabero se encontraba el capitán Ramón Cifuentes, capitán de Infantería perteneciente al Batallón Ciclista".
Y hemos leído en Internet: 'el general Batet va ser nomenat Cap de la 6.a Divisió Organica, en substitució del general Pedro de la Cerda y López de Mollinedo'?... Lo que la historia dice es que Domingo Batet, el general Batet, fue fusilado por Franco al permanecer fiel a la República: 'fue fusilado el 18 de febrero de 1937, a pesar de las gestiones que, en su favor, llevaron a cabo los generales Queipo de Llano y Cabanellas. Franco hizo caso omiso de las peticiones de Queipo de Llano en favor de su amigo Batet en venganza por la negativa de aquel a perdonar la vida en 1936 del general Campins.'
Quizás tenga relación con todo lo anterior este documento que encontró Pablo Herce fechado en 1935: 'El encargado de la Subsecretaría del Ministerio de la Guerra, Sección de Personal, se dirije por oficio al General de la Octava División Orgánica para responder a un escrito de éste, fechado el 9 de febrero del año señalado. Dicho oficio lleva la del 28 del mismo mes.
Al parecer, el General de la Octava División, ante la invitación de la Superioridad para proponer personalidades que pudieran ser merecedoras de recompensa, señala que el 'Gneral de División Don Pedro de la Cerda y López-Mollinedo, al iniciarse el movimiento subversivo del mes de octubre (se refiere obviamente a la revolución de Asturias de 1934) y durante el periodo álgido desempeñaba el mando de la misma (la Octava División), contrayendo méritos que pudieran ser merecedores de recompensa.
A dicha sugerencia responde el Jefe de Negociado Segundo de la Sección de Personal, D. Rafael Fernández, que 'este Ministerio ha resuelto no ha lugar a concesión de recompensa a favor del expresado General'.
Nada hemos averiguado de su actuación durante la guerra del 39-39. Solo esto que aparece en la Red: 'Prensa de Madrid de 26-julio-1936: El General republicano don Pedro de la Cerda, que veraneaba en Las Navas del Marqués, se adueñó del pueblo en nombre de la República al frente de las fuerzas milicianas y reduce a la Guardia Civil, cuyos números fueron asesinados'.

¿Qué prensa? No lo dice. Aunque suponemos por la frase 'cuyos números fueron asesinados' que debía ser fuente no republicana. ¿Encabezó a los milicianos?... Por estos lares de Las Navas del Marqués nadie sabe nada de esto.

Desde entonces parece como si se lo hubiera tragado la tierra a él y a su esposa. Ni aparece fecha de su muerte, ni lugar de enterramiento. Misterio.

Tal vez algún día, algún allegado nos facilite estos datos; en ellos veremos a La Cerda aureolado de encarnados chorizos, de rojizas longanizas, de suculentas morcillas, de sabrosos jamones... Aunque también podría ser que lo atisbáramos revolcándose en la basura u hozando en la mierda.

La Historia, maestra de la vida que dicen, nos muestra ambas posiblidades.

Viajero que vienes de El Escorial, por carretera, a Las Navas del Marqués y en su misma entrada, en la rotonda, tuerces a izquierda (si procedes de Ávila lo haces, claro, a la derecha) por un camino que conduce al Valladal podrás contemplar muy hermosos paisajes.

Puede que te sorprenda, metido en el camino, el rótulo de una finca, 'La Cerda', apartada del camino a la derecha. ¡Ah! 'La Cerda'. Antaño se llamaba 'Los Golos' y fue comprada por el general Pedro de la Cerda y su esposa Eugenia Lefevre. Dicen que en noches muy calurosas y en días muy fríos se aparecen desnudos cogidos de la mano añorando el calor de Filipinas y el frío de Siberia.
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(*) Texto sobre Martí de Eugenia Lefevre y Pedro de la Cerda:

En América son muy escasos los que niegan el caracter de guerra civil a las que, por su independencia, sostuvieron las actuales república hispanoamericanas. José Martí, con profundo y sagaz conocimiento de la historia española, demuestra que nuestras guerras civiles, de las comunidades castellanas contra dinastías y gobernates extranjeros, emigraron a las Indias, a medio descubrir y conquistar, con Aguirre, Los Pizarro, Almagros y el viejo Carbajal; quienes se alzaron, en América, contra los despóticos Césares austricos, como hicieron en Castilla Padilla, su mujer heroica y el fiero obispo Acuña.
El gran Carbajal, veterano del saqueo de Roma y de Pavía, propuso a Gonzalo Pizarro, para colmar su rebeldía, que se casara con la hija del Inca y se proclamara Señor del Perú independiente. Carbajal, insigne entre los más insignes conquistadores, a los ochenta años de edad fue ahorcado por Lagasca.
Narra, exactamente coómo el mallorquín Juan Picornell fue desterrado a Panamá, con otros dos conspiradores, Lax y Andrés, y a Portocabello el cuarto condenado a muerte, Cortés. Después de novelesca salvación, se juntaron el Venezuela y auxiliaron a los libertadores Miranda y Bolivar. Fueron estos españoles, de la vieja España, los primeros que se unieron a los insurgentes en lucha con los realistas. No eran todos americanos los que luchaban por la emancipación, contra la tiranía hispana; ni españoles todos los titulados realistas, huestes mercenarias en las que no escaseaban los criollos. Por la Constitución lucharon: La Serna, virrey del Perú; Valdés, Canterac, Rodil y otros muchos, que se batieron en Ayacucho, frente a Sucre. Rememora la heroica campaña por la libertad de Méjico de nuestro insigne guerrillero de la Independencia Francisco Javier Mina.
Las obras completas de José Martí recogen los discursos del adalid de la palabra, la pluma y la espada de la República de Cuba; en varias de sus disertaciones insiste y hace la debida distinción de los españoles.
En el discurso conmemorativo del grito de Yara, indepencia de Cuba, pronunciado en el Gran Centro de Nueva York, dice textualmente: 'Reconocemos -¿cómo no hemos de reconocerlo recordando a Mina en Méjico, a Gainza en Guatemala, a Villamil en Cuba, al gallego Insúa en Nueva York?-, reconocemos el valor político del esspañol amigo de la liberttad, que la deja franco el paso sin oponerse a sus triunfos; nuestra profunda estimación por el español bueno y libre, sólo iguala nuestra determinación de arancar de raiz, aunque se queje la tierra, los vicios y las vergüenzas incomparables con que el español malo nos pudre'.
En otro de sus discursos, pronunciado en Tampa -velada conmemorativa del fusilamiento de los estudiantes de Medicina perpetrado en La Habana el 27 de noviembre de 1871-, hace una salvedad, muy honrosa, para quien se opuso a tanta crueldad reivindicando la honra española. Dice lacónicamente: 'Recordaré al bueno y magnánimo español, huesped inolvidable sea de todos nuestros hogares, laureado aquí en efigie junto con el heroico vindicador, quien en los dientes de la misma muerte, prefiriendo al premio del cómplice la pobreza del justo, negó fervoroso su espada al asesinato. Dicen que altivo sufre, comido de pesar, en el rincón donde apenas puede consolarlo la cólera del vencedor pudiente de los vencidos miserables. ¡Sean para el buenespañol, cubanas agradecidas, nuestras piadosas y más hermosas flores'.
Para terminar esta demasiado extensa afirmación, nunca olvidaremos el dolor profundo que percibió, al conocer la muerte del doctor José Martí -en el combate de Dos Ríos, Ventas de Casanova, junio de 1896-, el noble general don Anselmo Martínez Campos. Este hombre bueno, que escribió con sus hechos la historia contempóranea de España, modelo de patriotas y soldados, virilmente afirmó siempre que en todas las rebeliones y sediciones era la causa y pertenecía toda la culpa al jefe autoridad; sintió bien la pérdida del semejante bueno, sin fanatismos, con quien era posible entenderse para la paz y bien de todos.
Y no es preciso cansaros más, lectores amables,; las obras y conducta del doctor Martí integran el espíritu reinante desde la Pampa hasta la Sabana; indudablemente muy distinto del que domina en cámaras y camarillas de déspotas sembrados y serviles asalariados en su opulencia, en su vivir. Las hallaréis en todas partes, modestas estancias y humildes bohíos: constituyen y fundamentan el amerispanismo (sic) de la Amerispania (sic), concepto más piadoso, más justo, exento del vanidoso y común Hispanoamérica, que sufren colmados los primitivos poseedores de la tierra, aunque se pudran hartos.
Escrito este libro en castilla-español (sic), nunca por otras razones, expuesto al concepto espiritual iberoamericano, queremos dedicar especial recuerdo a síntesis, tan debatida, como los aprecios universales de historia hispana en América, investigada y estudiada sinceramente: ocultarse es engañar, además es pueril y falaz; reconocer errores es vital regeneración, única que puede salvar, con nobles rectificaciones en sus enseñanzas, es siempre la redentora Verdad."*
Pedro de la Cerda / Eugenia Lefevre en 'Viaje universal en busca de la verdad', página 31, 32, 33, capítulo IV; CIAP (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones), Buenos Aires, Barcelona, Madrid, 1930.