Antes anduve por la vida, en medio
de un amor doloroso: antes retuve
una pequeña página de cuarzo
clavándome los ojos en la vida.
Compré bondad, estuve en el mercado
de la codicia, respiré las aguas
más sordas de la envidia, la inhumana
hostilidad de máscaras y seres.
Viví un mundo de ciénaga marina
en que la flor, de pronto, la azucena
me devoraba en su temblor de espuma,
y donde puse el pie resbalò mi alma
hacia las dentaduras de! abismo.
Así naciò mi poesía, apenas
rescatada de ortigas, empuñada
sobre la soledad como un castigo,
o apartò en el jardín, de la impudicia
su más secreta flor hasta enterrarla.
Aislado así como el agua sombría
que vive en sus profundos corredores,
corrí de mano en mano, al aislamiento
de cada ser, al odio cotidiano.
Supe que así vivían, escondiendo
la mitad de los seres, como peces
del más extraño mar, y en las fangosas
inmensidades encontré la muerte.
La muerte abriendo puertas y caminos.
La muerte deslizándose en los muros.
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(*) De 'Canto general', capítulo 'Las flores de Punitaqui'