Para una antología contra el racismo
Se quebró el ánfora sagrada, cayendo al suelo rota en mil pedazos.
El árbol que daba sombra a los ancianos y a los niños en los días calurosos y que presidió las añaceas durante siglos, se secó.
Huyeron las mariposas cuando el tam-tam, rasgando su vientre sonoro, enmudeció, ¡mal augurio!
Huyeron las mariposas cuando el tam-tam, rasgando su vientre sonoro, enmudeció, ¡mal augurio!
El gallo tutelar permaneció solo, silencioso e indeciso, en la penumbra del puerto.
Francas las cancelas la conciencia se achicó y agrandó para lamentar la pérdida del alba; poco remedio para tan grande mal.
Si percibió la enriquecedora diferencia, la juzgó erizada de púas y con los fosos atestados de hambrientos cocodrilos. Mas no ha venido para volver atrás, sino al origen.
Sin embargo se halla preparado para todo: respirar el aire que le otorguen, hacer de tripas coraje y con la nostalgia que le queda (su bien mas preciado) edificar una airosa morada que algún día pintarán las mariposas.
Sin embargo se halla preparado para todo: respirar el aire que le otorguen, hacer de tripas coraje y con la nostalgia que le queda (su bien mas preciado) edificar una airosa morada que algún día pintarán las mariposas.
Después sucederá el menosprecio y el acoso, color mierda, o la indiferencia criminal, de tinte nauseabundo.
Mas, con los suyos, ya habrá plantado un nuevo árbol que presidirá las añaceas del regreso, a la tierra comunal abandonada.
Mas, con los suyos, ya habrá plantado un nuevo árbol que presidirá las añaceas del regreso, a la tierra comunal abandonada.
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