La efervescencia creada en USA tras la elección de Obama le ha dado al llamado Tea Party una fuerza notoria. Es una reacción de la más añeja sociedad yanqui, creemos, ante el peligro de avances sociales en todo los Estados Unidos. Una alarma que cuando fue elegido vimos injustificada y que ahora se ha demostrado que teníamos razón. Releyendo una obra sobre el Ku Klux Klan nos ha venido la idea de que tal vez el Tea Party no sea mas una actualización de esa organición racista y reaccionaria. De hecho había un Klan que se llamaba, allá, por la década de 1920, 'Boston Tea Party'. Bueno, pues para recordar las hazañas de aquel Ku Klux Klan vean, por ejemplo, el siguiente caso entonces muy sonado:
El Klan no ofrecía ninguna solución ante la terrible situación económica creada por la Depresión. Sin embargo, dos cosas estaban claras para él. La primera, que nada podía hacerse mientras los extranjeros continuasen entrando en el país para quitar los trabajos a los norteamericanos. No solamente había que cerrar con fuerza las puertas a fin de contener aquella abalancha, es mas, incluso los que ya habían entrado, y no tenían raíces, tenían que ser expulsados. Esto llevaba consigo la marcha de todos los extranjeros, cuya cifra consideraba el Klan que se elevaba a tres millones y medio. En segundo lugar, los afiliados al Klan debían de tener un gran cuidado en no llevar a cabo acciones antipatrióticas. Era muy loable, por ejemplo, que la Klaverna de York, en Pensilvania, organizase dos enormes cenas a base carne y sopa de lentejas para las víctimas de la Depresión. Pero la acción directa entre los parados no contaba con la aprobación del Klan. El Gran Dragón de Ohio, James Colescott, hombre llamado a grandes destinos, envió enérgicas instrucciones a todos los miembros del Ku Klux Klan, ordenándoles que no participasen en 'actos ilegales', como, por ejemplo, manifestaciones de parados, ayudando en cambio a la Cruz Roja. Un jerarca de la Klaverna de Akron denunció en la revista nacional del Klan a los que participaron en una 'marcha del hambre' celebrada en la capital del Estado, calificándolos de 'negros, extranjeros, italianos, con la hez y escoria de los barrios bajos europeos'.
Cuando los obreros textiles de la fábrica Florence de Forest City, en Carolina del Norte, se declararon en huelga para pedir un aumento de sueldo de 15 dólares semanales, el Gran Dragón de aquel Estado, el doctor Amos Duncan, les pidió que volvieran al trabajo. A comienzos de aquella década (se refiere a los años treinta del siglo pasado), la Unión Nacional de Obreros Textiles se presentó en Greenville, población de Carolina del Sur que era un bastión del Klan. Cuando un consejo de parados, formado por representantes de las dos razas, empezó a organizar una serie de actos de protesta entre los obreros sin trabajo, fue evidente que la policía y el Klan tenían que intervenir. Considerando las tendencias izquierdistas de la Unión, las demandas que presentaban a favor de viviendas gratuitas, la abolición de las brigadas de trabajo, y un sueldo de paro de diez dólares semanales, eran relativamente moderadas. Pero, la existencia de una inquietud social, que provocó una manifestación de veteranos ante la resistencia de un director de banco opuesto al subsidio de paro, y que hacía caso omiso de la línea divisioria entre negros y blancos, requería que se hiciese algo. Por entonces una delegación de parados compareció ante el Ayuntamiento de West Greenville, y varios miembros del Klan, cubiertos con sus vestiduras y enmascarados, fueron testigos silenciosos de la entrevista con los concejales. Viendo que los parados no hicieron caso de la advertencia simbólica, cien miembros del Klan enmascarados también irrumpieron en un mitin que celebraron los obreros parados dos noches después golpeando a los negrso presentes junto con los blancos que salieron en su defensa. Según la prensa local, la policía, que se abstuvo de intervenir, consideraba que de esta manera el Klan pararía los pies a las organizaciones 'comunistas' en Greenville. Y por si acaso no surtía efecto, la policía efectuó una razzia en el barrio negro de la ciudad, advirtiendo a sus habitantes que no fuesen a más mítines. Acto seguido, el Klan desfiló por las calles de la población, para dar más fuerza si cabe a la advertencia.
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(Historia tomada del libro de David M. Chalmers, 'Ku Klux Kaln, los americanos encapuchados 1865/1965')
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