Erase una vez una niña que había nacido en una casa donde había muchos, muchos libros: libros de historia, libros de ciencia, libros de cuentos, libros de cuentas... Y la niña crecía entre los libros, y unas veces los abría y los leía un rato, y otras veces jugaba con ellos a hacer casitas o amontonarlos en pilas, donde se subía y se quedaba muy quieta imitando una estatua.
Los libros que más le gustaban eran los atlas de geografía, de los que desprendía las mapas de los lomos y los extendía por el suelo como formando el mundo consigo mismo. La embelesaban esos relieves de las montañas de sepia y chocolate con nata arriba que se agrietaban en surcos por donde bajaban ríos de cristal. Y tantos y tantos puntitos de los pueblos, todos nombre, tan pequeñitos, aunque se llamaran París, Roma, Estambul o Buenos Aires. Porque nuestra niña vivía en un pueblecito de la llanura de La Serena, allá en aquella esquina de Europa que llamaban España, un poco antes de saltar a esa otra piel reseca de cocodrilo que titulaban África.
Pues bien, las largas siestas, cuando todos se refrescaban en la penumbra de sus cuartos, la niña subía al doblao y agitaba entre sus manos un dado y lo lanzaba sobre los mapas, y allá donde el dado caía, alá se iba volando la criatura sin moverse un palmo del desván. Así, un día se fue a la China, y allí se paseaba a saltitos con una carita de arroz y los ojitos estrechos. Otro día llegó hasta Egipto, y en una falúa de oro navegaba por el Nilo. Y una tarde en el mercado de Tumbuctú, serpientes de oro bailaban en sus tobillos. Y otra vez, en la Siberia, desde un tren largo, muy largo, vio sobre la nieve un pope con una copa sangrando, bajó del tren y siguió el rastro.
Pera ¡hete aquí! que un día que le tocó al dado caer sobre Europa, ¡hete aquí! que vino a rodar sobre España, ¡hete aquí! que en una vueltecita más rodó sobre Extremadura, y en una última pirueta de bailarina giró sobre una esquina ¡zas!, cayó encima, en cima de La Serena, tapando aquel pueblecito donde la niña de verdad estaba. Y, ¡qué pasó entonces? ¿Cómo se las apañaría la muchachita para, según su costumbre, volar hasta el sitio de mentira si al ser el sitio de verdad, el truco ya no valdría?...
Te propongo a ti el final del cuento
Isabel Escudero(*)
Estación de Las Navas del Marqués
(*) Isabel Escudero es profesora de Psicodidáctica. Antes fue profesora de Creatividad. Autora de un ensayo sobre 'El Llanto' y de los libros de poemas 'Coser y cantar' y 'Cifra y aroma'. Escribe sobre cine, pensamiento, lenguaje, crítica social y política en diversas publicaciones.
LEÍDO EN LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 0-1 DEL AÑO 1992 ILUSTRADO CON UN DIBUJO DE ASUN BALZOLA QUE PUBLICÓ LA REVISTA 'KANTIL' AUNQUE NOSOTROS HEMOS PUESTO OTRA ILUSTRACIÓN DE LA MISMA AUTORA RECIENTEMENTE FALLECIDA. ESTE NÚMERO DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' ESTÁ SIN PAGINAR. ABAJO, EN EL LUGAR DE LA PÁGINA, APARECE SIEMPRE UN VERSO, FRASE, O PROVERBIO. EN ESTE CASO DICE:
'SOY TU EN TI LA UNIDAD INCREADA'
Nyunai
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