(Del libro Collage N.º 1 -. Años Setenta)
Junto a las rosas de los jardines de Andalucía, como entre los laureles de los antiguos héroes de Castilla, crece la negra flor de la envidia española. Nos lo dicen en evrsos líricos y en poemas épicos nuestros mejores poetas. Lo cuenta el Cid en la primera página de la epopeya. Y lo relata Ibn Hazn en 'El collar de la paloma'. Entre la poesía, las lágrimas.
El el signo de una tierra que no tiene fronteras para la desventura y el dolor. Porque una divisoria de acstillos y fortalezaas separaba aquella España del siglo XI, en la que el poeta árabe escribía, y por la que Ruy Díaz cabalgaba, a uno y otro lado de la barricada, un mismo sentimiento ensombrecía el íntimo paisaje de nuestra historia: la envidia. Difícil país éste, cuyas virtudes y cuyos vicios son tan profundos e indelebles que logran presentar análoga imagen, aunque sde les contemple desde los ángulos más opuestos. Da igual una corte de Al-Andalus que un reino medieval acstellano. Es lo mismo el siglo XI que el XX.
La envidiadescubre su esencia del factor temperamental que unifica -por encima de antagonismos culturales e ideológicos- el espíritu hispánico. Este es el único lugar de la tierra donde hay que hacer perdonar los éxitos. Desdichado el que intenta romper el nivel medio de la vulgaridad. Nunca se le perdonará el oscuro resentimiento de sus conciudadanos. Lo confirma la vieja parábola de las tres cucañas que nos recuerda Menéndez Pidal. La cucaña francesa, en la que los espectadores alientan con su entusiasmo al que intenta vencer, la inglesa, en la que el público guarda espectante silencio. Y la cucaña española, donde las gentes injurian al que se arriesga y al que incluso tiran de los pies para que no suba. Ningún símbolo mejor para conocer las secretas raíces del resentimiento hispánico. Las victorias del Cid fueron espinas clavadas en el corazón de los cortesanos serviles. Porque los aduladores del poder encuentran siempre a mano una esponja con hiel para apagar la sed de gloria de los que sueñan vencer la esclavitud de la mediocridad y la miseria.
Las victorias del Campeador hicieron 'que le ovieran mucha envidia'. Por eso 'le buscaban mucho mal' y le 'encizañaron con su rey'. El texto dice 'mezclar', que vale tanto como sembrar cizaña. Mezcladores es lo mismo que mestureros o calumniadores.
Desde entonces, cuando el estilo del Estado 'se medievaliza', es decir, cuando la fuerza del poder crece en razón inversa de la libertad de los subditos, el número de mestureros o encizañadores aumenta de manera progresiva, avasalladora, incontenible. La insidia servil es matrona escuálida, pero prolífica.
Nuestras letras cuentan con documentos inequívocos que atestiguan la fuerza de ese sentimiento, tan decisivo para la explicación de muchos giros de nuestra Historia. El Arcipreste de Hita, Fray Luis de León, Quevedo y Larra, fueron sus máximos denunciadores.
Ricardo Ugarte de Zubiarrain es escultor. Ha expuesto en ciudades como Madrid, Gijón, San Sebastián, Bilbao, Wiesbaden, Nueva York, París, Barcelona, Budapest, Toyoma (Jápón). Ha recibido numerosos palmarés. Referencias a su escultura se hallan en una veintena de libros. En museos y colecciones públicas pueden admirarse sus esculturas. Por ejemplo: los museos de arte contemporáneo de Madrid, Castellón, Sevilla, Vitoria, Villafames (Castellón) y otros museos, así como parques y jardines de Chile, Nicaragua, Francia, Alemania y una treintena de ciudades españolas.
DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 0-1, DEL AÑO 1992. SIN PAGINAR Y CON UNA FRASE, VERSO O PROVERBIO ABAJO DE CADA PÁGINA. EN ESTA:
'SOY UN PRISMA EBRIO'
Aziza
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