Hubo un tiempo en que los recuerdos era amarillos y tenían letras negras. Y unas manos de niña los atrapaban para ponérselos en la caebza, enredados como caracoles de pelo negro.
Ella paseaba con sus recuerdos revueltos todos entre las sienes y le salían por los ojos pequeños poemillas tiernos y extensos romances viejos, que danzaban a su alrededor como enanos que formaran un círculo mágico.
La niña avanzaba siempre rodeada de su círculo encantado, a veces envuelta en sus recuerdos amarillos y negros, como si viajara en ala de mariposa. Así avanzaba; rodeada de sueños de papel que le conferían un aire ausente.
Con ese abrigo se protegía del frío en la pequeña ciudad, y se alumbraba en sus noches de invierno.
Perdida en el tiempo he encontrado una cocina grande y blanca, con un amplio ventanal por el que se adentraban juguetonas las lilas en primavera, y en el centro una gran mesa redonda, en torno a la que todo sucedía. Una niña sentada, hojeando una 'Antología Poética' que aún hoy recuerda. Era del año 1940, uno de los pocos recuerdos que mi madre guardaba de su niñez.
Todavía no sabía leer y buscaba sin cesar en la pequeña 'Antología' de pastas de cartón palo de rosa, todos los secretos contenidos en aquellas rayitas negras escritas sobre tosco papel amarillo.
Perdida en el tiempo he encontrado una cocina grande y blanca, con un amplio ventanal por el que se adentraban juguetonas las lilas en primavera, y en el centro una gran mesa redonda, en torno a la que todo sucedía. Una niña sentada, hojeando una 'Antología Poética' que aún hoy recuerda. Era del año 1940, uno de los pocos recuerdos que mi madre guardaba de su niñez.
Todavía no sabía leer y buscaba sin cesar en la pequeña 'Antología' de pastas de cartón palo de rosa, todos los secretos contenidos en aquellas rayitas negras escritas sobre tosco papel amarillo.
Era en aquel tiempo cuando su madre le leía poemas y ella repetía ansiosa: 'Léeme otra vez la del piyayo, la del viático, la del anillo de la reina...'. Y la niña ya sabía del estado de ánimo que generan las poesías, ya pedía una y otra vez según lo que esp0erara de aquel atardecer o aquella mañana. La del 'piyayo' era triste, la del 'niño moreno' también, pero las de las flores y la 'labranza' eran alegres y presagiaban siempre el buen tiempo.
Después aprendió a leer, y ella misma buscaba sus poemas negros y amarillos... en la misma mesa redonda, hacia la misma ventana cuadrada.
Era entonces, cuando al llegar los tiempos ya fríos del otoño, sentados su padre y ella alrededor de la mesa, forraban los libros del nuevo curso con aquel papel casi mágico, también amarillento, estampado con maravillosos romances y leyendas que volvían a llevar a la niña al mundo de lo ausente. 'En este libro pondremos delante el de la Loba Parda y por detrás la Canción de la Fuente'.
Era el papel que utilizaban en la 'Librería Medrano' para envolver los libros: unos enormes pliegos de papel con racimos de flores y hojas enmarcando los poemas, y con dibujos de lobos, pastores y serranas metidos en recuadros. Así cada libro se convertía en un poema... También negro y amarillo.
Ahora de todo aquello quedan el olor a carbón de la cocina grande, el olor a cisco del brasero encendido y el color de las lecturas que, enredadas a los dedos, trepaban hasta meterse por los oídos y luego salían por los ojos de la pequeña niña de caracoles negros.
Y queda aún una ventana de adulta donde la niña escribe: 'Hubo un tiempo en que los recuerdos eran amarillos y tenían letras negras.'
Belén Jiménez
(No hemos podido averiguar quién esta Belén Jiménez. Parece ser de Ávila pues habla de la Librería Medrano y en Ávila hay una librería que se llama Medrano)
TOMADO DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' NÚMERO 0-1 DEL AÑO 1992 SIN PAGINAR AL PIE DE LA PÁGINA HAY UN PROVERBIO AKAN QUE DICE:
'CIERTAS CUCHILLAS CORTAN OTRAS CUCHILLAS'
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