lunes, 21 de mayo de 2007

José Mª Muñoz Quirós: El otro árbol de Guernica

Las primeras lecturas dejan siempre un eco recóndito en no sé qué parte de la memoria; y sucede así porque caen en un terreno hermosamente abonado para el fruto.
Al elegir una lectura, un motivo de reflexión lejano, pero presente, me viene al corazón la presencia de aquel libro de Luis de Castresana (el escritor ya desaparecido para desgracia de nuestra literatura) que dedicó a su propia vivencia como niño repatriado durante la Guerra Civil española. El otro árbol de Guernica sigue siendo una lectura que recojo, frecuentemente, para cubrir melancolías, para revivir nostalgias, porque los libros como las músicas y los perfumes, ejercen ese poder sobre las personas.


La novela de Castresana tiene todos los ingredientes de la autobiografía disfrazada, escrita en tercera persona para distanciarse de la historia, pero con clímax tan poderoso que el lector huele, rápidamente, el valor testimonial de lo que se cuenta. La historia trascurre en el País Vasco, en los escenarios del propio autor, en un momento decisivo y trájico de la Guerra Civil, nuestro escritor era un adolescente feliz, amante de las cosas esenciales y pequeñas de su tierra, despertando a ese resurgimiento de la sangre y de la vida. Santi, protagonista de la narración, junto con su hermana Begoña, parten de Baracaldo en una expedición hacia Bélgica, donde será refugiado hasta que la guerra finalice.

El éxodo de estos muchachos se produce en unos momentos dramáticos, y ellos lo saben, lo intuyen desde su elemental serenidad, dando color de nostalgia a cada instante, con la resolución absoluta de guardar su identidad mientra dure su lejanía de España; teniendo en cuenta que la novela transcurre, en casi su totalidad, en el extranjero, la paradoja es que el tema único es la tierra, las raíces y el amor de su pueblo.

El viaje se inicia con la esperanzada angustia de volver. Desde el primer momento se dramatiza pendiente de ese instante que se anhela, pegada a la necesidad de pervivir en el recuerdo, de no perder un mínimo detalle a sus esencias elementales. Con esta carga existencial, unos muchachos y muchachas de corta edad se van a enfrentar a 'su guerra', con todo lo que supone la lejanía íntima y desasosegante de la distancia. Será un viaje donde la identidad queda al servicio de la añoranza, aposentada en un tiempo ralentizado, diluido en su nueva medida, subjetivada hasta lo infinito, visionada desde la apreciación del personaje en su propio tiempo. Los hechos y las cosas se suceden; una familia belga que pretende una extraña adopción de Santi, una rebeldía que impide toda proximidad, la lucha por mantener la 'independencia' del corazón, la batalla, día a día, por reflejar su pasión por la tierra lejana, pero nunca muerta en el olvido.

La prosa esencial de Castresana hace de su historia un paseo por la melancolía y el recuerdo, llenando de matices, de silencios angustiosos la pequeñez del argumento, consiguiendo un tono épico en el desarrollo de los hechos, con la heroicidad y la emoción propias de la literatura universal. Y en medio de la desolación y de lo vivo lejano, acontecen los hechos: se reproducen los lazos de conexión con el origen, simbolizados en la matización de cada cosa, como la camiseta del Athletic de Bilbao, o las referencias paisajísticas, llegando al máximo símbolo en 'el otro árbol de Guernica', allá en la lejanía de aquel colegio donde ahora viven su desconsuelo existencial de exiliados. Alrededor del árbol se crea el espacio dramático y el nexo referencial de su identidad. Sólo los españoles pueden resolver sus problemas, discutir su situación rodeando el árbol que se ha erigido en el patrio y en lugar común. Y lo allí dicho es siempre 'ley' de su nuevo código, resolución de sus conflictos más irresolubles. El otro árbol, lejano de su tierra vasca, ampara al solitario, recibe al desesperado, resuelve cada problema, jueces del amor y de la patria.

Aquí reside el eje de la narración, la verdadera esencialidad de la historia. Fuertes y unidos, aunque lejos, están más cerca y más unidos que nadie. Aborrecen el dolor y la guerra que les ha alejado de sus raíces y sueñan con el día de su vuelta, de la misma manera que las aves retornan a su nido después del invierno.

Cuando, al final, regresan, alborozados por su retorno, la tierra no es lo que era, las personas no son las mismas, algo terrible ha sucedido... Al final de todo, cada uno ha luchado a su manera por sobrevivir y guardar lo elemental de su dignidad. La destrucción y la muerte han sembrado los caminos, pero el gesto esperanzador de Santi, infatigable ante el dolor, no deja lugar a dudas, sabe, con toda su inocencia, que permanece su árbol de Guernica, y que florecerá en otra primavera.

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José Mª Muñoz Quirós es poeta. Accesit del Premio Adonais. Ha publicado varios libros. Uno de ellos editado por la Diputación de Ávila titulado 'Carpe Diem'. Es premio Vicente Aleixandre.


TOMADO DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 0-1 DEL AÑO 1992. ESE NÚMERO VIENE SIN PAGINAR, APARECIENDO REMATADA CADA PÁGINA CON UNA FRASE, VERSO O PROVERBIO (SOBRE TODO AFRICANO). ESTE TEXTO QUE ACUPA DOS PÁGINAS ES REMATADO POR LOS SIGUIENTES VERSOS:




'VIENTRES VACÍOS, OJOS DE CANGREJOS'
- NGANDE -


'PERSIGUIENDO EL PRECIOSO TIEMPO QUE SE ESCAPA'
- MVONDO II -

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