lunes, 21 de mayo de 2007

Ovidio Pérez Martín: Made in Spain


Mínimo homenaje a Leonardo de Sciascia y a su novela El Caballero y la Muerte, donde hace mutis con cierta melancolía.
El inspector C. de policía se apoyaba displicentemente en la barandilla de piedra que recorre las arcadas del patio del Castillo de Magalia. Escuchaba, como un ausente, música con los cascos puestos. Sin embargo, su instinto investigador y los conocimientos técnicos aprendidos en una escuela de sordomudos donde sus superiores le habían enviado durante meses, le permitían seguir con todo detalle la conversación en inglés que dos congresistas norteamericanos mantenían, abajo, en la galería, al solecillo de mediodía.

Se celebraba en el castillo un congreso sobre la fusión fría del átomo en su especialidad de ingeniería financiera de proyectos a medio y largo plazo y, en un descanso, la luz, el aire fresco y la hermosa arquitectura renacentista del patio invitaban a conversar de manera distendida. La forma viva de sus gestos indicaba que los americanos hablaban de algún asunto de máximo interés.

De pronnto el inspector C. arrugó imperceptiblemente el entrecejo y, como un espíritu, desapareció en el interior, bajó con prisa inusitada la escalera, le ocultó un pasillo y salió por una puerta, casi disimulada, que daba al patio exterior.

Las testas juntas, los americanos, con buenas maneras y caras angelicales, seguían su conversación. Pero, mirados con alguna atención, la sombra de Mefistófeles se adivinaba tras su tez sonrosada. Sus manos, al gesticular, aparecían con manchas de óxido en la piel.

El inspector C. llegó al zaguan y, por el empedrado, se perdió en la luz de la calle, como una exhalación.
Sonó un timbre y los congresistas volvieron a las farragosas sesiones del aula.

El inspector C. casi corría por la acera. Pero tuvo que desviarse. Dos beatas interceptaban el paso repartiendo estampitas del Santo Escapulario. Al fin encontró una cabina telefónica.


-A sus órdenes.

-(...)

-¡Ah, si, con toda claridad percibí el nombre de Busch.

-(...)

-¿Qué más? Capté palabras sueltas: conspiración, lamentaciones, cadáveres...

-(...)

-Si, si. Lechuza, lechuza del convento. ¡Ah!, ¿ese el nombre de la operación? ¿Fechas? No capte bien el día, pero repitieron los meses de julio y agosto. ¿Coincide? ¿Que no les quite el ojo de encima? Asus órdenes.

Rápidamente volvió al castillo. Las acacias de la plaza resplandecían como esmeraldas y el intenso olor de sus flores quebró las respiración del inspector, que estornudó por dos veces.

Entró en la sala del congreso sin apenas ser notado y encontró, con enorme sorpresa suya, los asientos de los yanquis vacíos. Echó una mirada por el recinto y nada. Se habían esfumado. Precipitadamente, pero invisible como un arcangel, desapareció. Una remota esperanza de encontrarlos lució en la mente del inspector y no le dejó ver la elegante línea de gansos que surcaba el cielo, azul como bruñido acero.

Llegó al Bar 'X' y respiró con alivio. Allí estaban y, por cierto, hablaban muy bien el castellano. A través de la leve bruma que reinaba en el bar los pudo distinguir en amigable plática con hombres del pueblo. Su oído, fino y sensible como la lengüeta de un clarín, podía distinguir la conversación entre las voces acumuladas.

Un paisano de Las Navas terminaba así su conversación:


-... y ésta es la leyenda de las almas en pena, que resultaron ser lechuzas en sus nidos del convento.

-Desde luego, España es diferente -decía el yanqui John-. ¡Qué divertida huelga de autobuses en Madrid! ¡Qué voces! ¡Muy cómico! Los españoles son muy bulliciosos. A nosotros también nos gusta la bulla. Pero en New York y en Los Ángeles no hay hombres. Allí estamos suplantados por máquinas. ' El ruido lo hacen los coches.

-La Expo 92 -seguía Tohn divertido- no es una castañuela. Es una castaña. Y las ruinas del Pabellón de los Descubrimientos son tan gloriosas como las de Numancia. ¡Qué bien lo han apuntalado! Han elevado la chapuza a arte. Cuando en el AVE nos dirigíamos a Sevilla nos parecía estar en la guerra civil, tanto soldado entre los olivos nos preocupaba.

-Yo creo -ironizaba John- que Naranjito, ni Cobi, ni Curro, es la expresión de España.

-Solo aquí puede oirse sin consecuencias que un ministro equipara a un insumiso con terroristas que matan niños. ¡Será troglodita!

-Y si las cosas acaban como la nao Victoria nadie naufraga. ¡Es la nao!

-Porque lo de Ibercorp tiene bemoles. Una mierda recubre la anterior.

-La anterior era RENFE, ¿no?

-¡Qué satisfacción en la ciudad de Ávila, porque en la muralla han brotado almenas. Nada más propio del '92'.

-Ahora bien -siguió Tohn-, nada tan divertido como la leyenda del convento de san Pablo. Cuando se lo contemos a Bush se olvidará de la conspiración. Las lamentaciones de los gonizantes deben parecerse mucho a los suspiros de las lechuzas. Debieron ser unos meses de julio y agosto muy divertidos los de aquel verano de Las Navas.

Al oir esto último al inspector C. se le cayeron als gafas.


-De modo que éstos no son conspiradores -se dijo-, ni tienen sombras mefistofélicas. No son más que unos vividores, sabios por añadidura, que aburridos del congreso y del átomo, tiene tiempo de charlar con la gente y catar los vinos de la tierra.

Recogió las gafas, salió del bar y corrió al teléfono.


-Jefe, me equivoqué. No sé cómo se han esfumado los conspiradores. Estos no0 son los que seguí hasta la EXPO. Me los han cambiado. ¡Cómo lo siento! ¡Y qué terrible que Bush siga amenazado sin que yo pueda hacer nada para salvarle...

Terminó el parlamento jadeante. Se le cayó el auricular y él, anonadado por su irresponsabilidad, se derrumbó en la pequeña cabina del teléfono, como un uniforme militar que se cae de la silla.

Dos gorriones, indiferentes ante el inspector caído, se entretenían en amorosos juegos propios de la primavera.

En ese momento, los teletipos de todo el mundo daban la noticia: 'Bush ha sido asesinado'.

*

Ovidio Pérez Martín, es profesor de EGB. Autor, entre otros, del libro de poemas, 'Soporte del viento', que le acaba de publicar la Institución Gran Duque de Alba.

LEIDO EN LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 0-1 DEL AÑO 1992.
REVISTA SIN PAGINAR QUE ACABA CADA PÁGINA CON VERSO, FRASE O PROVERBIO. EN LAS DOS PÁGINAS QUE OCUPA ESTE RELATO VIENEN DOS VERSOS DE 'UTAMSI':

'ME DESOLA EL CIELO TAN TRANQUILO'
y
'LOS VIENTOS DESPLUMARON LOS LOROS'

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